Los últimos 13 años ser mamá ha sido el eje central de mi vida. He vivido, sufrido y disfrutado mi maternidad cada día, y ahora me enfrento a un momento crucial en la vida de mis hijos y mía: la adolescencia.
Y es real. Es como volver a ser mamá por primera vez. Esto es un mundo completamente diferente, una experiencia nueva y desconocida jajaja. O sea, qué onda la cantidad de cosas nuevas con las que tienes que empezar a lidiar y qué onda la cantidad de cosas que tienes que recordar de cuando tú eras adolescente para poder tratar de entender algo de todo lo que les está pasando ahora.
No es solo pensar en los cambios físicos en su cuerpo y cosas como la primera menstruación, sino también pensar en cosas como sus cambios de ánimo, la apatía que de repente han desarrollado por cualquier actividad que no sea salir de su habitación, la insolencia con la que empiezan a probar hasta dónde vas a aguantar o simplemente el hecho de que ahora sus intereses son completamente diferentes.
Este momento iba a llegar, siempre lo tuve claro, es básicamente inevitable. A veces, cuando mis hijos eran pequeños yo pasaba horas pensando «cómo irán a ser cuando sean adolescentes» jajaja. Lo que nunca pensamos obviamente es que este cambio iba a suceder en medio de una pandemia mundial: encerrados en casa, lejos de sus amigos y su colegio, postergando todas las cosas que imaginábamos que íban a suceder. Y eso también ha sido difícil para mí, porque se suponía que cuando mis hijos empezaran a crecer yo empezaría a tener más tiempo libre para dedicarlo a las cosas que me gustan, pero eso tampoco estaba siendo posible.
Estar encerrados este año nos afectó muchísimo más que el anterior. Mi hijo atravesó por una depresión muy complicada de la que recién está saliendo y yo no sabía cómo contenerlo y en el caminotenía que tratar de no dejar a mi hija de lado. Parece que por unos meses la vida se nos vino encima y todo estaba cubierto de nubes negras jajaja. Tuve que pedir ayuda porque realmente ya no podía resolver todo sola y de a poco fuimos recuperando nuestra alegría, nuestra forma de vivir y esas dificultades fueron desapareciendo.
Si algo he aprendido este año es que no tienes que ser la mamá que no tuviste, tienes que ser la mamá que tus hijos necesitan. Y estar ahí en cada momento: a veces para caminar al lado, a veces para escuchar cosas que no vas a entender y adivina qué, te van a retar porque no entiendes, otras veces para soportar los descargos que no pueden hacerle al resto del mundo, porque al final de cuentas ya entendí que para mis hijos yo soy el lugar más seguro ❤
Creo que una de mis cosas favoritas de esta nueva estapa es saber que intencionalmente puedo avergonzarlos jajaja y reírme con ellos. Me encanta pensar que mis hijos están más grandes, que podemos conversar de cosas más profundas, que estoy aquí para ellos y ellos tienen la certeza de que la mamá está aquí. Cada día me sorprendo de las cosas que ellos me quieren compartir porque es una demostración de que cuentan conmigo y confian en mi, y espero desde el fondo de mi corazón, que eso no cambie nunca ❤
No sé cómo serán próximos 7 años jajaja. Ahora me la paso pensando cómo van a ser mis hijos cuando tengan 20 años, pero estoy emocionada todo lo que viene de ahora en adelante para ellos, para mi y para nosotros 😊
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